El Ministerio Público investiga si el anciano de 100 años que murió en el incendio presuntamente intencional de la población Tucapel Bajo de Concepción habría sido golpeado con brutalidad previo al siniestro. La impactante situación revela el clima de extrema violencia desatado en el lugar por el tráfico de drogas.

Hoy se realizó el funeral de Pedro Castillo Saavedra, de 100 años, un anciano postrado que pereció por asfixia en el incendio ocurrido la madrugada del domingo en Tucapel Bajo, en el marco de una eventual venganza por el asesinato de un integrante del cartel de “Los Mora”.

El fallecido era bisabuelo de Yerko Lastra, de 21 años, acusado de asesinar a balazos a su antiguo amigo y vecino Richard Mora, de 28, por rencillas anteriores acrecentadas por un descontrolado ímpetu juvenil.

Los hechos son materia de investigación sigilosa por parte del ministerio público y las policías, y se aguarda el informe de Labocar para determinar si el siniestro fue intencional y con ello perseguir sucesos criminales.

Fuentes de La Radio entregaron detalles escalofriantes que revelan el grado demencial que impera en Tucapel Bajo.

A metros de la casa donde fue velado el fallecido Richard Mora se encontraba el domicilio de familiares del imputado del crimen, Yerko Lastra, y la madrugada del domingo, a modo de venganza, desconocidos habrían entrado a ese lugar para golpear sin piedad a quien se le cruzara.

Así ocurrió con un hombre de 70 años, esposo de la dueña de casa, a quien atacaron con brutalidad, incluso cortándole una oreja; y por increíble que parezca, los desconocidos, ciegos de ira y venganza, arremetieron contra el anciano centenario, quien ciego y postrado habría sido agredido con puños, pies y palos.

Los sujetos luego habrían rociado combustible a la casa prendiendo fuego, afectando a otros seis domicilios, cuyos propietarios nada tenían que ver con la disputa entre los delincuentes.

La tía del autor del homicidio del integrante del cartel de Los Mora huyó al saltar de la ventana del segundo piso hacia la casa de una vecina.

Los habitantes de Tucapel Bajo esperan que las autoridades se pongan los pantalones y detengan la escalada de violencia, porque la temperatura en las calles de la población no decae, los ánimos no se enfrían, y nadie sabe cuánta sangre más puede seguir corriendo.