En una emotiva carta publicada en las columnas de opinión del New York Times, Sohaila Abdulali, una madre de 49 años se atrevió a relatar el horror de haber sido violada por un grupo de hombres armados en la India, cuando ella era sólo una adolescente, y cómo logró recuperarse tras tan traumática experiencia.

Según explica Abdulali, para mucha gente, sobre todo en su país, existe el concepto de que la violación es un problema de honor personal y familiar, olvidando que lo más importante es la sensación de vulnerabilidad en que queda la víctima, y lo que le cuesta desprenderse de ella.

“La violación es horrible, pero no por las razones que han puesto en las cabezas de las mujeres indias. Es horrible porque fuiste violada, estás asustada, alguien toma control de tu cuerpo y te hiere de la forma más íntima. No es horrible porque hayas perdido tu “virtud”, o porque tu padre o tu hermano hayan sido deshonrados. Rechazo la noción de mi virtud esté ubicada en mi vagina, así como rechazo que la mente del hombre esté en sus genitales”, escribe la autora de “El año del Tigre”.

A continuación, traducimos íntegramente la carta de Abdulali, como una forma de representar el drama y el monumental proceso de recuperación de una mujer violada no sólo en la India, sino en cualquier país.

Tras ser violada resulté herida, pero no mi honor

32 años atrás, cuando tenía 17 y vivía en Bombay, fui violada y casi asesinada por un grupo de hombres. 3 años más tarde, enfurecida por el silencio y las tergiversaciones respecto de la violación, escribí un sentido ensayo firmado con mi propio nombre, donde describía mi experiencia para una revista femenina india.

Al principio provocó un remezón en el movimiento feminista -y en mi familia- pero luego desapareció silenciosamente. Eso, hasta la semana pasada, cuando revisé mi correo electrónico y me di cuenta de que, como parte de la indignación pública tras la violación y homicidio de una joven en Delhi, alguien había publicado el artículo en línea y se había vuelto un viral. Desde entonces he recibido una tonelada de mensajes de personas que me expresan su apoyo.

No es exactamente agradable ser un símbolo de la violación. No soy una experta ni represento a todas las víctimas de la violación. Todo lo que puedo ofrecer es que -contrario a la joven que murió en diciembre, dos semanas después de ser brutalmente violada, tal como muchas otras- mi historia no terminó y puedo contarla.

Cuando luché por sobrevivir aquella noche, difícilmente podía saber a lo que me enfrentaba. Un amigo y yo habíamos salido a dar un paseo a la montaña, cerca de mi hogar. 4 hombres armados nos capturaron y nos hicieron escalar hasta un lugar oculto, donde me violaron durante varias horas y nos golpearon a ambos. Discutieron entre ellos si debían matarnos, y finalmente nos dejaron ir.

A los 17 era sólo una niña. La vida me ha recompensado plenamente por sobrevivir. Me arrastré hasta mi hogar, herida y traumatizada, hasta una familia fabulosa. Con ellos junto a mí, las cosas volvieron a ponerse de mi lado. Encontré el verdadero amor. Escribí libros. Vi a un canguro en su ambiente natural. Logré tomar buses y perdí trenes. Tengo una hija maravillosa. Llegó un nuevo siglo. Mi primera cana apareció.

Muchas otras nunca podrán experimentar estas cosas. No podrán comprobar que una mejora cada día, y que llega el momento en que un incidente ya no es el centro de atención en tu vida. Un día te das cuenta de que ya no miras a tu espalda, esperando que un grupo de hombres te ataque. Que un día puedes volver a ponerte una bufanda alrededor del cuello sin tener el recuerdo de estar siendo asfixiada. Que un día ya no vuelves a estar asustada.

La violación es horrible. Pero no es horrible por las razones que han puesto en las cabezas de las mujeres indias. Es horrible porque fuiste violada, estás asustada, alguien toma control de tu cuerpo y te hiere de la forma más íntima. No es horrible porque hayas perdido tu “virtud”, no es horrible porque tu padre o tu hermano hayan sido deshonrados. Rechazo la noción de mi virtud esté ubicada en mi vagina, así como rechazo la noción de que la mente del hombre esté en sus genitales.

Si sacamos el honor de la ecuación, la violación seguirá siendo horrible, pero será un horror personal y no social. Seremos capaces de darle a las mujeres que han sido vulneradas lo que realmente necesitan, no un montón de basura sobre cómo deberían sentirse culpables o avergonzadas, sino la empatía para ayudarles a superar un terrible trauma.

La semana siguiente a ser atacada, escuché la historia de una mujer que fue violada en un barrio cercano. Ella llegó a su casa, fue hasta la cocina, se quemó a lo bonzo y falleció. La persona que me lo contó estaba llena de admiración por su sacrificio para preservar el honor de su marido. Gracias a mis padres, nunca entendí que lo hubiera hecho.

La ley debe proveer verdaderas penas para los violadores y protección para las víctimas, pero sólo las familias y las comunidades pueden proveer la empatía y el apoyo. ¿Cómo podrá una adolescente seguir adelante con el procesamiento a su violador si su familia no está con ella? ¿Cómo podrá una esposa lograr una condena para su atacante si su marido piensa que fue más un agravio para él que una transgresión para ella?

A los 17, pensaba que lo más temible en mi vida era el ser herida y humillada de esa forma. A los 49 ya sé que estaba equivocada: lo que más temo es imaginar que mi hija de 11 años pudiera ser herida y humillada. No debido al honor de mi familia, sino porque ella confía en el mundo y es infinitamente doloroso pensar en que ella pierda esa confianza. Cuando miro hacia atrás, no es a mí a los 17 años a quien quiero consolar, sino a mis padres. Ellos tuvieron que recoger los trozos rotos.

Aquí es donde está nuestro trabajo pendiente, con quienes estamos criando a las próximas generaciones. Está en enseñar a nuestros hijos e hijas a volverse adultos respetuosos y libres, que saben que los hombres que hieren a las mujeres están tomando una opción y serán castigados.

Cuando tenía 17 no podía imaginar a las miles de personas que he visto marchar en las últimas semanas contra las violaciones en la India, y aún así tenemos mucho trabajo por hacer. Hemos derrochado generaciones elaborando sistemas de patriarcados y castas, así como de inequidad social y sexual que permiten surgir los abusos.

Pero la violación no es inevitable, como lo es el clima. Necesitamos desechar todas esas necedades sobre el honor y la virtud, así como el ella-lo-provocó o los es-que-el-no-pudo-controlarse. Necesitamos poner la responsabilidad donde verdaderamente está: en los hombres que violan mujeres, y en todos quienes dejamos que se salgan con la suya mientras apuntamos con el dedo acusatorio a sus víctimas.

Sohaila Abdulali – The New York Times