Estimados BioBioChile:

Siempre es bueno el debate público de ideas. Permite dar a conocer las opiniones propias y conocer las opiniones de terceros; y finalmente generar corrientes de opinión entre los grupos de interés en el tema forestal. No hay duda de ello. Pero cuando se olvidan los argumentos y se recurre a juicios personales, se pierde el objetivo del debate.

En ese sentido, son preocupantes ciertos enfoques que están alejados de un sano debate de ideas. Por ejemplo, el hecho que René Reyes mencione mi cargo en una empresa forestal, como si con ello estuviera haciendo una afirmación relevante. Probablemente quiere plantear que yo opino de determinada manera porque trabajo en una empresa y es importante dar a conocer este “conflicto”. No es necesario recurrir a ello. No estamos para hacer juicios, estamos para dar argumentos.

No soy vocero de la industria forestal. Mis opiniones públicas las hago en calidad de presidente del Colegio de Ingenieros Forestales. No represento a la industria forestal. Represento a los ingenieros forestales que pertenecen al Colegio y por extensión, a una voz importante de los profesionales forestales que se desempeña en una diversidad de temáticas laborales, en el ámbito público y privado, en plantaciones y bosque nativo.

En relación a las afirmaciones de René Reyes, nos gustaría comentar solo parte de ellas.

Con frecuencia se busca establecer una relación causa efecto entre la pobreza rural y las plantaciones forestales. Para ello la referencia más utilizada es el Índice de Desarrollo Humano elaborado por el PNUD. Esto es lo que hace René Reyes en su columna de opinión. Sin embargo es necesario precisar que este índice evalúa el nivel de desarrollo ponderando tres componentes: salud, educación e ingresos. En las comunas rurales donde se encuentran las plantaciones forestales la provisión de los servicios de salud y educación son de carácter público. Por lo tanto la precariedad que el mundo rural tiene en estos componentes no es atribuible a la presencia de plantaciones en sus territorios.

En el caso del ingreso, se puede debatir largamente cuál es el aporte que la industria forestal hace a las economías locales y si estos aportes pudieran ser mayores. Es deseable que lo fueran y se debe avanzar en buscar mecanismos para ello, que no necesariamente sean a través de leyes, sino también de compromisos voluntarios.

Nuestro argumento es que el indicador que sistemáticamente utiliza la Agrupación de Ingenieros Forestales por el Bosque Nativo para argumentar en contra de las plantaciones tiene dos tercios de componente pública. Eso no lo mencionan. De lo anterior se desprende que el IDH no es la mejor forma de establecer y explicar una relación causal entre pobreza rural y plantaciones forestales. Se requiere un estudio mucho más profundo, que aborde la causalidad de la pobreza rural y que determine los impactos, tanto positivos como negativos, de la industria forestal y las relaciones con las otras actividades económicas que hacen uso del territorio rural.

Por lo tanto, la afirmación de René Reyes, es una verdad a medias que requiere un análisis más profundo. Lógicamente estamos disponibles para ese debate.

Otra verdad a medias es la tasa de sustitución del bosque nativo. Sobre este tema, emblemático para muchos, también es urgente hacer precisiones, como que el mismo informe OCDE de Desempeño Ambiental descarta que la sustitución en Chile haya sido de la magnitud que comunican grupos ambientalistas. Esto también parece un mito, un mito como señalar el año 2005 por parte de Sara Larraín que la tasa de pérdida de bosque nativo en Chile ascendía a 200.000 ha anuales (En: Situación de la Biodiversidad en Chile, 2005. Página 119). Ahora se sabe con estudios y metodologías validados por organizaciones ambientalistas, que esa cifra no es cierta y que las cifras históricas son significativamente menores. De las 2.707.000 ha de plantaciones existentes en el país, el 84% de ellas se estableció sobre suelos descubiertos y degradados. ¿Por qué es tan difícil de aceptar?

Sin perjuicio de lo anterior, el punto relevante aquí no son las cifras. Son las tendencias. Es un hecho indesmentible que la situación de la sustitución de bosque nativo en Chile por cultivos forestales es completamente distinta ahora que hace veinte o treinta años, y que carece de importancia como razón de pérdida de bosque nativo, desde por lo menos hace una década. Se ha avanzado notablemente en este indicador, pese a que no es reconocido por el señor Reyes. ¿Acaso las tendencias no importan?

Otro aspecto que es recurrente se refiere a que los únicos beneficiados son los dueños de las empresas y “su estrato ejecutivo”. De acuerdo a cifras del INFOR (2010), la industria forestal es una fuente importante de empleos a nivel nacional, generando más de 116 mil empleos directos, que se estima asciende a unos 300 mil al considerar también los empleos indirectos.

Por otro lado, es necesario recordar que las principales empresas forestales en Chile son Sociedades Anónimas y sus acciones se transan en la Bolsa, por lo que muchas personas estamos o podríamos estar directamente vinculadas a la propiedad de estas empresas, beneficiándonos del éxito que ellas podrían tener. También lo hacen millones de chilenos que, cotizando en AFP, tengan sus fondos previsionales con una componente de renta variable.

Es válido que a mucha gente no le agraden las plantaciones forestales. No hay reparo en ello. Lo que a nuestro juicio no es válido es defender una posición que se puede resumir en: “Lo que no nos gusta, necesariamente debe ser malo”. Cuando se adopta esta postura se cae en incoherencias que es preciso señalar.

Por ejemplo que la preocupación por el uso de químicos por parte de quienes atacan las plantaciones forestales no se traslada a la actividad agrícola, donde seguramente sabrán que se usan químicos en una proporción de 100 a 1 en relación a la actividad forestal. ¿Cuándo han levantado la voz por esta situación? ¿No es importante? ¿No es acaso el mismo principio que está en juego? O bien en el caso de la sustitución, ¿Cuándo han levantado la voz para criticar el reemplazo de bosque nativo por cultivos agrícolas en la zona central? No he escuchado la voz de grupos ambientalistas atacando a las viñas por la sustitución y cambio de uso del suelo.

¿Defendemos un principio o simplemente atacamos lo que no nos gusta? Hay una gran diferencia en estos dos enfoques.

Se hecha de menos una propuesta que no descanse en un enfoque confrontacional. Construir sobre las cenizas de lo que existe no es el único enfoque, ni siquiera el más viable. Si queremos mejorar las condiciones de la población rural, si queremos tener más y mejores bosque nativos, si queremos tener una industria forestal que sea ejemplo de sustentabilidad, pareciera que una estrategia más acorde con los tiempos es precisamente construir en un marco de respeto, propuestas sociales, ambientales y económicamente viables. Esto es lo que quisimos comunicar en nuestra columna anterior. Un ánimo de construcción de alianzas sustentado en el libre debate de ideas.

Finalmente, lo que no se puede dejar de comentar es el hecho de que la precariedad que presenta el entorno rural en nuestro país es un problema mucho más complejo como para atribuirlo a un sector particular de la economía, como el forestal. El mundo rural vive la precariedad no sólo en salud y educación, también en el suministro eléctrico y de agua potable, en el transporte y en muchos otros servicios que los habitantes de las ciudades dan por descontados. Esta precariedad que vive el mundo rural se debe principalmente a una mala provisión de servicios públicos y a un desinterés de las autoridades que parecieran concentrar sus preocupaciones en aquellos territorios urbanos donde se concentra la mayor cantidad de población y por lo tanto de votos.

Señalar que las plantaciones forestales son las responsables de esta dinámica de precarización rural es, a lo menos, una visión un tanto reduccionista de un problema mucho más complejo y con múltiples actores.

Al parecer a algunos les acomoda la trinchera de la crítica, de la denuncia que no va acompañada de propuestas, quedar anclados en el pasado y sólo girar en torno a lo que sucedió, en vez de un papel proactivo con mirada al futuro. No hay duda que se cometieron muchos errores, pero no podemos pasarnos la vida insistiendo en lo malo, sin visualizar que la situación ha cambiado, que las cosas se están haciendo en forma distinta. Termino llamando nuevamente a trabajar juntos, proponiendo acciones sociales, ambientales y económicamente viables.

Jorge Goffard Silva
Presidente
Colegio de Ingenieros Forestales de Chile