En la cama ocho de un pabellón del hospital de San Marcos reposa Jesús, de 26 años, quien perdió su pierna derecha por un derrumbe cuando intentaba auxiliar a sus familiares atrapados bajo los escombros del terremoto que devastó el oeste de Guatemala el miércoles.

“Me cayeron pedazos de la casa sobre la pierna. Quedó destrozada… cuando reaccioné quise ayudar a mi madre pero no pude levantarme, quería ayudarla”, dijo a la AFP el joven.

Entre las lúgubres paredes verdes del hospital, apenas iluminadas por focos que parpadean debido a un suministro fluctuante de electricidad, Jesús recuerda como vio morir a su madre, su hermana y dos sobrinas tras desplomarse la vivienda elaborada de bloques de lodo.

Minutos antes del terremoto Jesús se preparaba para asistir a una cita de trabajo en una bodega de productos eléctricos a la que nunca llegó, el fuerte movimiento de la tierra le arrebató a su familia pero agradece a Dios “no quitarle la vida”.

En la mayoría de calles del poblado quedan sin remover escombros de las casas destrozadas por la furia del terremoto de 7,4 grados de intensidad que, según el último balance oficial, dejo 52 muertos, 22 desaparecidos, 155 heridos y miles de damnificados.

Elisea Álvarez (55) vende a la intemperie alimentos a las pocas personas que pasan por un camino de San Marcos. Finaliza una llamada por teléfono celular y cuenta los momentos de pánico que vivieron ante la violencia del sismo.

“Estábamos adentro de la casa cuando empezó todo a moverse y salimos corriendo, ese edificio (señala) de la funeraria… ¡Cómo se movía!… y se fue la luz”, narra la mujer aun atemorizada por las leves réplicas que siguen remeciendo la región.

A pocos metros varios pobladores se agolpan frente a una vivienda de dos pisos a punto de colapsar. Los habitantes corren presurosos para rescatar sus pertenencias a pesar del peligro.

“Dios bendiga este hogar” se alcanza a leer en un pequeño marco de aluminio que cuelga de unas de las paredes del inmueble, seriamente dañado por el terremoto.

Para calmar el temor, una vecina reparte una bebida caliente elaborada con una hierba que ellos llaman ‘flor de muerto’, que “es buena para tranquilizar los nervios”, comenta Milvia Sánchez (35), quien aprovecha para pedir a las autoridades ayuda para reconstruir la vivienda elaborada de bloques de concreto.

“Ayer (miércoles) se dañó mucho la vivienda y ahora tenemos pena que se caiga y por eso desalojamos, porque en cualquier momento nos cae encima”, afirma.

El terremoto que devastó el sudoeste guatemalteco, y se sintió con fuerza hasta Ciudad de México, ocurrió a las 16h35 GMT del miércoles, con epicentro bajo el océano Pacífico a 24 km de la costa, informó el servicio sismológico de Estados Unidos (USGS).

Entre tanto, en una funeraria local los trabajadores con los rostros tapados con mascarillas remueven los escombros de un paredón mientras son observados por un perro a quien los sonidos del vaivén espantaron el sueño.

También los vecinos tienen problemas con el sueño. El miedo tras el terremoto, las réplicas que no cesan, la falta de agua, luz y un techo… todo conspira contra ellos, muchos de los cuales pernoctaron ya dos noches a la intemperie.