En nuestra crónica del domingo 9 de septiembre decíamos que la ventaja ya alcanzada por el presidente Barak Obama frente a su oponente republicano Mitt Romney se había consolidado lo suficiente para prever que el 6 de noviembre será reelegido con un cómodo margen de entre 7 y 8%.

Pero agregamos que esa consolidada ventaja podría derrumbarse si es que se produjera algún acontecimiento desastroso para la estrategia internacional de los Estados Unidos.

Pues bien, dos días después de esa observación, durante el fatídico 11 de septiembre y en pleno torbellino de furia por aquella filmación brutalmente injuriosa contra el Islam, se produjo, precisamente, la coyuntura más temida. En medio de los tumultos, un eficaz y potente grupo islámico hizo trizas las defensas del Consulado de Estados Unidos en Benghazi, el oriente de Libia, y, en circunstancias todavía confusas, dieron muerte al embajador de Estados Unidos y otros tres altos oficiales de inteligencia militar, aparentemente mientras trataban de darse a la fuga en un automóvil blindado con patente diplomática.

Tras lo sucedido, la candidatura republicana en Estados Unidos acusó al gobierno de Obama de haber ocultado y manipulado información importante para la ciudadanía. Por supuesto, el gobierno de Obama se ha defendido, señalando que no ha habido ocultamiento ni engaño, sino que simplemente se ha informado sobre el asunto a medida de que han venido surgiendo nuevos antecedentes.

Así, mientras en Chile nos sumergíamos en el dichoso jolgorio dieciochero, en otras latitudes el ambiente era de tensión, odiosidad y en muchos casos, de un dramático enfrentamiento con una realidad que la gente trata de no mirar… quizás con la infantil esperanza de que cerrar los ojos pueda tener el efecto mágico de hacer que el peligro se esfume solo.

Escucha la crónica completa de Ruperto Concha a continuación: