El presidente uruguayo José Mujica, que ha sido calificado como el presidente más pobre del mundo, asegura que no es pobre sino que vive “con austeridad y renunciamiento”. Cuestiona el consumismo de la sociedad y ataca la hipocresía en temas como la droga y el aborto.

“Yo no soy un presidente pobre”, dijo a la agencia AFP ‘Pepe’ Mujica, un hombre de hablar pausado, lenguaje llano y poco amigo del protocolo.

“Pobres no son los que tienen poco. Pobres son los que quieren mucho”, afirmó. “Yo no vivo con pobreza, vivo con austeridad, con renunciamiento. Preciso poco para vivir”.

A sus 77 años, quien fue uno de los líderes del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN), guerrilla derrotada en 1972, afirma que adquirió esa filosofía en los 14 años que estuvo preso, de los cuales la mayor parte los pasó en condiciones infrahumanas como uno de los “rehenes” que tomó la dictadura (1973-1985).

“La noche que me ponían un colchón me sentía contento. Y logré sobrevivir. Y me di cuenta que me había hecho problema por muchas bobadas. Ser libre es (…) gastar la mayor cantidad de tiempo de nuestra vida en aquello que nos gusta hacer. Pero para eso hay que tener tiempo. Y si entro a consumir demasiado tengo que gastarme la vida trabajando para todo eso que estoy consumiendo”, indicó.

Tras su asunción en marzo de 2010 ‘el Pepe’ siguió viviendo en su chacra en la zona rural de Montevideo junto a su esposa, la ex tupamara y senadora Lucía Topolansky, donde cultivan flores y hortalizas.

Su patrimonio -la chacra, dos automóviles y tres tractores- asciende a unos USD 200.100, según su declaración jurada de este año, y dona casi el 90% de su salario de unos USD 12.400 mensuales para ayuda social.

“No preciso más, porque con lo que tengo me sobra y cuando me vaya de este mundo si puedo dejar una escuela, esa va a ser la herencia que voy a dejar. Pero es una actitud política de quererle transmitir a la gente ‘no enajenes tu vida’”, sostuvo quien defiende que “el hombre tiene que trabajar para vivir pero no vivir para trabajar”.

“Eso tan simple parece revolucionario. No tiene nada de revolucionario, los que están locos es esa manga de viejos que se creen que precisan una vida complicada, llena de chirimbolos y necesitan un ejército de gente que los sirva. Inútil, todo eso es pamento (aspaviento). Eso es pagarle precio al feudalismo”, dijo.

Líder de un país de apenas 3,3 millones de habitantes, en los últimos meses Mujica ha llamado la atención mundial con su propuesta de legalizar la producción y venta de marihuana, pionera en Latinoamérica, la región que paga con más sangre la lucha contra las drogas.

“Lo que estamos proponiendo no necesariamente es una receta que nos vaya a liberar de esta plaga que se llama el narcotráfico. Lo que queremos es ensayar otros caminos. Y nos parece que una cosa importante es tratar de arrebatarles el mercado”, explicó, indicando que no defiende el consumo de ninguna droga sino que quiere tratar a los consumidores como enfermos.

No obstante, el proyecto a estudio en el Parlamento implicará una “discusión larga” y sin el respaldo de la sociedad “las medidas van al fracaso”, advirtió.

“El Estado reprimiendo está generando y alimentando algo mucho peor que la droga (…) Queremos que nuestra sociedad discuta todas estas cosas y que las nuevas generaciones sean menos hipócritas”, enfatizó, indicando que la humanidad siempre ha consumido drogas.

Con la misma consigna, se manifestó contrario al aborto pero defendió su despenalización, algo que debate el Poder Legislativo.

“Esto debiera resolverse por el voto directo de todas las mujeres del Uruguay (…) y que los hombres nos calláramos la boca. Porque si bien tenemos cierta parte (…) el papel de los hombres es bastante hipócrita con respecto a esto”, manifestó, opinando que una legalización puede incluso “ayudar a que muchas mujeres retrocedan en esa decisión”.

Mujica cree que el hecho de que Uruguay tenga una población envejecida no ayuda a estos cambios.

“Apostamos a las entendederas de las nuevas generaciones, los viejos estamos todos llenos de prejuicios. De vez en cuando muestran algún viejo raro como yo, abierto, pero no es lo común”, opinó.

El presidente uruguayo apela a la geopolítica para defender la integración regional y al pragmatismo para enfrentar los roces con su vecino Argentina.

“Ahora tenemos inconvenientes y dificultades, pero históricamente es así”, sostuvo, destacando que “Argentina es el país fundamental desde el punto de vista económico” porque de allí provienen la mayoría de los turistas y los mayores inversores inmobiliarios.

Apuesta fuerte a Brasil, su principal socio comercial, pero es consciente de los riesgos: “Somos un barrio de San Pablo, tenemos que cuidarnos del abrazo del oso”.

Aunque cree que con la llegada de la izquierda al poder en varios países latinoamericanos la región “ha mejorado bastante”, dice que “es muy grande la deuda social” que aún persiste.

“No hay una izquierda, hay varias. Pero hemos avanzado, tenemos instituciones como la Unasur, hace 15 años impensables”, destacó.

En Uruguay considera que la fuerte caída de la pobreza es el mayor logro desde la llegada de la izquierda al poder, en 2005, pero asegura que se está “muy lejos de estar en un mundo perfecto”.

“Siempre nos falta porque no se puede repartir lo que no existe y las fuerzas del capital, si las tironeamos demasiado, se retraen”, sostuvo.

“Ese es el juego de la política. A los que están muy apurados les va a parecer siempre poco y nos van a criticar y al mundo de los patrones les va a parecer demasiado, y también nos van a criticar”, aseguró con una sonrisa. “Por eso estamos en un fuego cruzado”.