En los últimos días hubo un verdadero vendaval de noticias que, de un modo u otro, confluyen hacia un concepto que es muy querido, que nos hace rabiar y que nos llena de esperanzas y en seguida no desinfla de desaliento. Se trata de la Democracia, ese sistema político que, como decía Winston Churchill, está plagado de deficiencias y estupideces, pero que sigue siendo en términos absolutos, el menos malo de todos lo sistemas políticos.

Ya en lo profundo de nuestras mentes tenemos claro que la democracia es la manera primordial y natural con que desde los primeros tiempos los humanos tomábamos nuestras decisiones de grupo.

Siempre supimos que varias cabezas piensan más que una sola, y que la fuerza física de varios es mayor que la de uno solo. Pero, sobre todo, los humanos nos gustábamos unos a otros. Era bueno estar juntos. Incluso ese que tendía a tener mal genio, cambiaba con facilidad su mirada iracunda por una risa de buena calidad.

Fue mucho después que empezamos a sentir que estábamos rodeados de desconocidos, y que esos prójimos ya no compartían de veras nuestras necesidades ni nuestros sueños. Y comenzamos a percibir que ya no se podía confiar tanto en los demás. Como dice Gabriela Mistral, aprendimos palabras nuevas que nuestra madre no nos daba. Palabra Expolio, palabra Traición y Abuso y Postrimería.

La verdad es que ya está claro que la opinión del pueblo, de la base social, ya significa demasiado poco para las decisiones de los gobiernos. En Grecia, la se acepta como un hecho que es inminente una insurrección social incontenible. De hecho el viernes pasado el directivo máximo de la transnacional química Bayer, declaró que Grecia tiene que irse fuera del Euro y eso será bueno para todos.

Escucha la crónica completa de Ruperto Concha a continuación: