Por lo general y pesar de nuestros instintos animales, somos seres más pasivos que activos. Por lo que no resulta ajeno que nuestros derechos en muchas ocasiones sean vulnerados y no digamos nada al respecto, hasta que estamos detrás de un aparatito llamado teléfono, instante en el que de manera natural y casi espontánea aflora ese ser luchador y guerrero que llevamos dentro, y así si más, vomitamos todo.

Es así, es terrible, es poco empático, es disuasivo, pero es lo más fácil y cómodo para explotar y liberarse. Es con un teléfono de por medio como finalmente se hacen los descargos y jamás logro ver a quien insulto o maltrato verbalmente. Mi trabajo es fiel reflejo de eso.

Trabajo en el Call Center de la fiscalía y día a día, llamada tras llamada, sólo son quejas en contra del sistema jurídico actual, en contra de los políticos, de los fiscales, del perro, del gato, etc.

Y cuando les indico todo el procedimiento formal de reclamo, dan pie atrás.

Es fácil reclamar desde la galería, pero difícil hacerlo en la platea.

Carolina Pérez,
Esta es mi voz