Culminó en París una nueva reunión del grupo de países armados por Estados Unidos bajo el nombre de, entre comillas, “Los Amigos de Siria”. Básicamente se trata de 15 países encabezados por el grupo más fuerte de potencias de la OTAN, y los fabulosamente ricos reyes y emires productores de petróleo.

Fueron invitados varios miembros de las facciones rebeldes, incluyendo de las que están combatiendo para derrocar al presidente Basher Assad. Pero, ojo: no se invitó ni a un solo representante de las comunidades cristianas de Siria. Tampoco se invitó ni a un solo dirigente de la oposición civil de Siria, incluyendo los opositores que ganaron escaños en el parlamento. Tampoco se invitó ni a un solo representante de organizaciones como La Luna Media Roja, de Siria, equivalente a la Cruz Roja de aquel país. Ni a un solo representante del poder judicial, ni abogados ni jueces, ni juristas académicos.

Y, por supuesto tampoco se invitó a ninguno de los miembros del gobierno sirio, ni siquiera alguno de los que fueron mencionados como posibles negociadores de paz en el plan de las Naciones Unidas, aprobado por el Consejo de Seguridad.

No, señor. No se invitó a nadie con quien se pudiera dialogar. Tal como en las reuniones anteriores de esos supuestos amigos de Siria, sólo fueron invitados los enemigos de cualquiera negociación para una salida pacífica de la guerra civil de Siria, y, por supuesto los que están reclutando mercenarios, pagando emolumentos a los combatientes, y proporcionando poderoso armamento y pertrechos de guerra, destinados a que la rebelión sangrienta se mantenga y se prolongue mientras quede sangre para derramar.