María Andrelina Lima camina emocionada alrededor de la estatua del Cristo Rendentor en Rio de Janeiro, que consiguió visitar por primera vez a sus 74 años y, a propósito del 80 aniversario del famoso monumento, dice que sólo puede regalarle una cosa: fe.

“Voy a cumplir 74 años y es la primera vez que vengo. Vi en la televisión que iba a cumplir 80 años y decidí venir” dice junto a su familia, que la acompañaba en el paseo. “Mi presente es mi fe, aquí lo que tengo es fe, mucha fe”, repite la mujer con una amplia sonrisa en el rostro.

María Andrelina cuenta a la AFP que hace cuatro años quedó paralizada del lado derecho por un problema en su sistema nervioso. “En una misa del séptimo día quedé bien, salí caminando. Gracias al Cristo Redentor, a la fe que mueve montañas”, añade apasionada.

“Yo le dije, Cristo allá te voy a llegar un día y llegué hoy (miércoles). Yo pretendo hacer muchas cosas más en mi vida y si Dios quiere el próximo año estoy aquí”, asegura.

Durante una misa celebrada el miércoles para celebrar el 80 aniversario del monumento, la densa neblina tapaba por instantes la enorme estatua de brazos abiertos. Pero entre las nubes, Edite Rodrígues, de 75 años, aún podía contemplar la magnitud de la estructura de 38 metros de alto. También era su primera visita al lugar.

“Es una emoción muy grande estar aquí hoy. Nunca tuve la oportunidad de verlo de cerca, siempre lo veía de lejos, lo más cerca era cuando lo veía en una película o en la televisión. Desde la calle se ve pequeñito y ahora aquí es enorme”, indica.

Cada día, un promedio de 10.000 personas visitan el monumento del Cristo Redentor, la principal atracción turística de Brasil. Sin embargo, en una ciudad con altos índices de pobreza no todos pueden pagar el boleto de tren de 27 dólares para llegar a la cima.

“Trabajé mucho para poder venir”, asegura Martha Gonçalves de 73 años, que conseguía ver el monumento “en una fecha tan especial” junto a su sobrina Raquel Costa, de 42 años.

Miriam Lira, de 60 años, ya visitó cinco veces el cerro Corcovado, en cuya cima está la emblemática estatua, y llena de fe asegura que el Redentor le dio “10 años más de vida” a su madre. “Mi mamá subió esas escaleras (para llegar a la estatua) sola a los 80 años y murió a los 90. El Cristo le dio 10 años más de vida”, asegura con ojos llorosos.

“¿Qué sería de mí sin el Cristo? Yo le pedí al Cristo para casarme y me casé, después de 50 años con un hombre viudo”, cuenta ahora con voz pícara.

Jorge Scévola de Semenovitch recuerda cuando visitó por primera vez la imagen. “Fue con mis padres, tenía como 10 años, en un trencito de madera. Lo primero que dije fue: ‘Es mucho más grande de lo que yo pensaba’”, cuenta este arquitecto de 78 años, responsable de la remodelación del sistema de trenes en la década de 1970.

Todos ellos, junto a otros cientos de fieles, entonaron el ‘parabéns a você’, la canción de cumpleaños en portugués, frente a siete tortas gigantes decoradas con distintos motivos que iban desde el rostro del papa Benedicto XVI, que visitará Rio en 2013, hasta el logo de los Juegos Olímpicos de Rio 2016.

Pero faltó la vela y el alcalde de Rio, Eduardo Paes, improvisó con un encendedor para que el obispo Orani Tempesta soplara entre risas.