Casi inadvertida pasó la noticia conocida este jueves, cuando la FIFA anunció el listado de árbitros que dirigirán en el Mundial Sub 17 ‘México 2011′, en donde no habían jueces chilenos.

La decisión no sorprendió en el medio periodístico local, pues hay consenso que desde el retiro de Carlos Chandía, Rubén Selman y de Pablo Pozo, el arbitraje chileno quedó sin referentes, en el plano local, y en el internacional.

Una prueba de ello es que en la reciente edición de la Copa Libertadores, en las fases de octavos y cuartos de final, sólo Enrique Osses fue considerado para el pleito entre Internacional y Peñarol jugado en Porto Alegre.

¿Qué pasa con el referato nacional? Muchos hablan de una crisis que ha derivado en recientes cambios en la Comisión de Árbitros con la salida de Chandía, en un cambio no exento de polémica con la actual dirigencia de la ANFP.

Pero más allá de los temas administrativos, lo cierto es que las polémicas fecha a fecha por las decisiones referiles se están transformando en un clásico.

A mi juicio son variadas las razones de esta situación, y aunque es fácil culpar a uno u otro estamento, la responsabilidad es de todos quienes conforman el mundo del fútbol.

En primer término, están los jugadores que no contribuyen precisamente a evitar los errores arbitrales. Algunos de ellos al menor contacto caen como fulminados por un rayo, simulando permanentemente para tratar de sacar ventajas de forma antideportiva.

Pero también hay otros que con su juego violento y poco amable, también colaboran a colocar en situaciones límites a los encargados de impartir justicia en el terreno de juego.

Por otro lado, se extrañan jueces con la personalidad y carácter de Carlos Chandía o Mario Sánchez, que dialogaban con los jugadores permanentemente, y evitaban ensuciar con tarjetas los partidos.

Otro factor que se suma, es la polarizacion a través de la prensa cuando hay un error arbitral, o la percepción de que exista uno. Se ha transformado en tradición culpar a los jueces especialmente cuando el resultado es adverso, y atribuirles cobros polémicos, en vez de comentar los errores propios. Como lo bueno debe ser destacado, me parece necesario mencionar a Juan Antonio Pizzi, quien casi nunca se refiere al arbitraje tras los partidos. Si todos los técnicos hicieran lo mismo, no se hablaría de polémicas al término de las fechas.

Por otra parte, está la ausencia de tecnologías en el “deporte rey” que ayuden a los jueces en sus decisiones. La FIFA se ha empeñado en evitar el uso de la ciencia, aduciendo que se perdería parte de la esencia del fútbol, sin imitar otros deportes como el rugby, donde el juez consulta a las imágenes por TV ante una duda puntual.

Para remediar la falta de tecnología, el ente rector del fútbol ha implementado el uso de 5 árbitros en torneos internacionales como la Champions League, lo que ha reducido considerablemente los fallos referiles.

Aún es recordada a frase del gran Julio Martínez durante el Mundial del 62′: “Justicia divina señores”. Hoy no podemos depender de la justicia divina, dependemos del criterio de un juez que decide la felicidad o tristeza de un equipo o una hinchada, para lo cual se necesitan cambios de actitud de jugadores y técnicos permitan traer un poco de justicia a un deporte que es pasión de multitudes.